martes, 27 de abril de 2010

Vuelvo a follar


Yo estaba un poco melancólico por el tema de Lobezno y el amor sin sexo, pero también tenía mucha ganas de romper con mi mes de castidad de una vez.
Quedar con extranjeros que parten en tres días tiene algo especial, por una parte sabes que pase lo que pase sólo son tres días, y por otra precisamente la fecha límite te acelera, te despierta los sentidos y te recuerda que hay que vivir el momento.
Yo había quedado tres horas y media después con Lobezno, así que el límite era bastante reducido y también las opciones, porque hablar con el holandés es difícil, lento y poco provechoso. Cómo todos prevéis era una de esas citas en las que piensas especialmente qué calzoncillos ponerte, vas lo más limpio posible y se te olvidaría antes el iPod® que los condones. Pero cuando pedaleaba hacía allí decidí no follar y cambié de opinión treinta veces. En contra tenía que en esos momento me consideraba virgen y que estaba algo triste con la cara de Lobezno en la mente, pero a favor tenía las ganas de a acabar con todas las contras, que me gustaba el holandés y la sensación de carpe diem que a la fuerza necesito en estos momentos para aguantar mi relación con mi nonovio.

Mucho más relajado despues del sexo
Cuando llegué el holandés tenía el carpe diem metido en el cuerpo también y cuando abrió la puerta lo hizo sin camiseta y sin zapatos, para acelerar las cosas quizás. Delante de un espejo enorme nos pusimos a enrrollarnos, se puso muy caliente y me llevó a la cama para tumbarnos y empezar a meter las manos por la ropa. Hubo momentos en los que en mi cabeza planeaba parar y reconocer que en realidad quería follar pero con otro. Entonces volvía a recordar lo del carpe diem, lo único que realmente tenía sentido y lo único que en esos momentos era real, no un deseo ni una fantasía.
Volví a meterme en el papel de sexy y aunque tuve que esforzarme unos segundos, sabía que es lo que tenía que hacer, que después iba a estar mucho mejor.
Al holandés le encanta hacer besos negros y le había confesado que llevaba un mes de castidad, así que se dedicó especialmente a ponerme a punto, Lobezno empezó por fin a desaparecer de mi cabeza, eso fue genial, con un parpadeo y un ligero movimiento de cabeza le sacudí definitivamente hasta nueva orden.
Las ventanas estaban abiertas, se oía a la gente que pasaba por la plaza de Barceló y los niños que van a Pacha por la tarde. Hacía calor y me encanta hacer sexo con la luz del Sol, porque siempre suelo hacerlo encerrado y de noche. Así que disfruté mucho la novedad, además el holandés tenía mucha creatividad, me folló fuerte, suave, de pie, echados y se preocupó de que yo estuviera excitado todo el rato. Media hora después nos corrimos ambos y nos duchamos también con mucho carpe diem.
Me despedí del holandés durante una hora hasta que llegara el momento de irme, nos caímos muy bien. Se nota que le gusto. Lobezno estaba sólo a quinientos metros, lo vi en Google Maps en el ordenador del holandés para saber por dónde ir con la bici.

Fui especialmente contento a ver Lobezno, cuando llegué él estaba cansado y sudando por el trabajo, me abrazó y me pidió que le apretara con todas mis fuerzas.    Esa noche pude disfrutar de Lobezno y me costó menos que las demás veces no echar de menos el sexo. Lo pasamos muy bien y me sentí muy cómodo.






Posdata: el holandés ya apareció en un relato anterior HAZ MEMORIA AQUÍ

lunes, 26 de abril de 2010

Bajo la sombra de Lobezno no puedo follar


Un mes sin follar. Esas cosas pasan, unas veces porque surge así y otras veces nosotros mismos nos lo buscamos incluso aunque no lo sepamos.
Esta noche no os voy a contar un polvo, ni hablaré de pollas, pero sí de sexo, de la falta de sexo.
Disfruto buscando aventuras, y me encanta conocer nuevos hombres, nuevas actitudes y adoro la sensación de exponer la ingenuidad que me quede a merced de los experimentados “pervertidos” y viciosos. Y no sólo hago sexo vicioso que merece ser escrito en un blog de morbo. Pero esta vez ni eso, llevo un mes sin follar, ni hacer mamadas, ni siquiera hacer el amor y tampoco se han acercado para intentar motivarme. Soy virgen ya.
Es una de esas veces que uno no busca sexo y hasta huye de él.
Voy a confesarme…
La culpa es de mi Lobezno particular, mi puto polvo platónico, porque no dejo de pensar en él y no puedo hacer sexo con otros, últimamente no me apetece meterme con hombres y hasta creo que hacerlo puede serperjudicial para mi salud mental.

Pero bueno, en realidad mi castidad desde el primer momento ha sido por mí mismo, la razón fue Lobezno sí, pero jamás fue para qué el se compadeciera o para ver que por él soy decente… No.
Tengo esperanza de que me folle pero también estoy muy desanimado porque ya hasta se me hace raro.
El mundo del sexo que he evitado y particularmente el del morbo y los locales de follar son muy incompatibles con alguien que tiene en la cabeza a un chico en concreto. Sobretodo en mi caso, porque me consta que Lobezno morbosea todas las semanas, así que ir a locales de morbo en vez quitarme de la cabeza a mi extraño novio lo que hace es recordarme que eso mismo lo está haciendo él y que además puedo encontrármelo chupándosela a otro o besándose por ahí. No soy celoso, pero mi actitud es fácil de entender en mi caso, no sería tanto celos como pura envidia más bien. Pero me la tendría que tragar y cerrar la boca.
Sé lo que hay que hacer. Pero no le puedo dejar chicos.
Y con este lío en la cabeza no puedo tampoco follar libremente.
Esta tarde tengo una cita en la que me propongo tener sexo, pero no sé si seré capaz, ya os contaré.
Justo después he quedado con Lobezno y no sé si estaré relajado por el polvo anterior, o quizás precisamente por no haber follado o puede que no folle y cuando le vea le ponga cara de furia porque le culpe por tenerme obsesionado y no poder follar. Supongo que todo depende del beso de bienvenida que me de, como siempre. Todo siempre ha dependido de eso.
Mientras le tenga en la cabeza sólo podré follar con un pequeño impedimento y un poco de obstáculo sentimental.
Y este es el gran dilema de un morboso cuando se enamora.
Me pregunto si tanto mi promiscuidad como la de Lobezno es compatible con mi plenitud. ¿Sería mejor si no hubiera locales de morbo? ¿Ese es el problema o sólo un síntoma?
 Me moriré sin saberlo.

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