viernes, 17 de mayo de 2013

Esquivando la homofobia


Nací en Madrid, en una familia que por aquel entonces en los 80 y 90 había varios amigos gais, eso facilitó mucho las cosas cuando me dio por desarrollar mi lado mariquita. Una madre moderna, un padre tolerante y unos hermanos acostumbrados fueron vitales. Y en ese pequeño grupo casero está mi vacuna y el origen de mi fuerte metabolismo contra la homofobia, por desgracia no todos los niños y niñas tienen esa suerte. Y no se me ocurre ninguna razón, ni siquiera la edad viejuna de algunos padres para no hacerle la vida fácil a un hijo mariquita, gay o lo que sea, así debo sentirme privilegiado por tener un derecho tan básico... lo cual no es una buena señal en absoluto.

Sin embargo cuando fui por primera vez al cole grande con 6 años, lo hice en el entorno más hostil al menos en potencia, un colegio del Opus sólo de chicos. A esa edad, todos los adultos piensan que uno es medio idiota y vive en una burbuja de cristal, pero uno no es ciego y a pesar de vivir en una burbuja yo veía el mundo exterior y oía todo lo que se decía, y es más, razonaba. Con lo que yo ya sabía que mis contoneos, mi gusto por los complementos, mis Barbies y mi preocupación por el estado de mi melenita rubia no iba a ser entendida en aquel entorno masculino, aunque mi ambiente lo creaban sobretodo mini-hombres, la verdad es que había una fuerza mayor que no podía controlar, los padres, profesores y curas.

Una vez más la suerte o la inteligencia estuvo de mi lado, la superficialidad de la sociedad me hizo aprender una terrible lección que sin embargo me sirvió de mucho y me salvó la vida. Siendo guapo y encantador y haciéndoles creer que si era afeminado era con toda la bondad de mi corazón y demostraba cierta fragilidad romántica la gente era incapaz de perturbar mi mundo, al contrario, a veces me pusieron como un ejemplo a seguir, sin embargo yo en aquella tierna edad, era muy consciente de que estaba manipulando con un cliché femenino de vulnerabilidad, despertando instintos de protección en todos los que me rodeaban. Así que... si no sufrí el acoso fue sólo porque utilicé una armadura que ahora está soldada con mi cuerpo y soy un poco esclavo de todo eso. Con lo que no puedo decir que esquivé la homofobia, quizás evité el acoso, la marginación, pero... la homofobia que me rodeaba, y el mismo hecho de esquivarla ya te deja marcado.

Había dos casos más en mi clase, Julito, el chico que vive ahora en Los Angeles, sufrió la homofobia en silencio, aterrorizado de dar alguna pista sobre su tendencia, él no era mariquita, a mi no me quedó otra que ir con ello de bandera, quizás eso complica o facilita las cosas, pero Julito estuvo encerrado en sí mismo muchos años. En realidad parecía un niño "normal", que con el tiempo y la edad empezó a notar que era gay. Se sintió culpable y fatal, en el colegio nadie lo notó y pasó sin acoso ni nada, pero... en su interior estaba encerrado en un armario.

El otro caso es el de Carlitos, él no era un niño normal, ni afeminado, era... rarito, sin más, para el colmo resultó ser gay... y los mismos que me ofrecían protección y me invitaban a sus casas con total confianza, a Carlitos le hicieron la vida IMPOSIBLE, y lo digo así de grande, porque fue un acoso total y horrible. Meterle en una alcantarilla del patio, lanzarle balonazos, mandarle  que se tumbara boca abajo en el suelo del baño. En fin, lo recuerdo y me afecta tanto como si lo hubiera vivido yo, así que la homofobia sufrida directa es insufrible pero ver injusticias en un compañero es un sufrimiento y una ansiedad, que me dan ganas de llamar a la policía y empezar a dar nombres. 

Lo peor... es que los adultos del cole lo sabían y lo permitieron, creo que les pareció un buen aprendizaje para la mayoría el martirizar al raro, y para el raro ver que era tan inferior que o cambiaba o estaba condenado a vagar solo, ¿por qué nadie le apoyaba? ¿Por qué Julito tenía miedo de tratar con él? ¿Por qué no pude ayudarle a integrarse en el grupo? Porque la homofobia es mucho más grande que unos niños, unos adolescentes o que unos gays adultos, y cambiar conciencias a corto plazo sólo está en poder de Madonna o de Dios, por supuesto no de los que hablan en su nombre...

Al final la homofobia la sufrimos todos, todos, TODOS. Digo yo que los acosadores tendrán conciencia y cuando tengan hijos se acordarán del acoso al que sometieron al hijo de alguien años atrás. Todos acabarán teniendo hijos o sobrinos gais, transexuales o lo que sea. Los gais han hecho mucho por normalizar las cosas, las madres de los gais también, los amigos de los gais... pero falta una parte muy importante para que ni gais, ni madres, ni nadie sufra, y es que lo normalicen todos!! 

Los curas nunca nos dejarán en paz, ojalá se den cuenta de que al convertirse en perseguidores nos hacen bienaventurados y van a ir al infierno todos, sería más fácil para ellos demostrar cierta tolerancia y bondad, parecerían más cristianos, y los machos más hombres.

Que un niño mariquita haya evitado el acoso con trucos es un paso, antes ni eso se podía, pero no estaré satisfecho hasta que mis descendientes vayan al colegio sin tener que armarse de estrategias para despistar las mentes antiguas de la sociedad.

Dicho esto desde Madrid, desde el 2013... parece que la homofobia es poco más que una molestia, pero en los pueblos, en otros países, la homofobia es más que eso, y me preocupa que estemos tan avanzados tecnológicamente y en París haya manifestaciones contra las bodas gais y palizas homofobas. Si hay cosas que están yendo bien, desde luego no todas y considero que todo ya llega siglos tarde, por ejemplo el matrimonio, ya debería estar superado y sigue siendo un tema de debate.

En fin... al menos no tenemos tanto miedo, y aunque los obispos nos ponen de los nervios... hoy día, creo que se señala más a los retrogrados que a los gais, al menos eso me parece a mí. Y eso da mucha tranquilidad.

jueves, 2 de mayo de 2013

Las pollas inaccesibles


Hoy me ha dado por pensar en pollas

Mi asignatura preferida en Bachillerato era filosofía, sobretodo el primer tema, que era Lógica, aquello de "si llueve las calles están mojadas, pero no es que llueva porque estén mojadas", me encantaba. 
"Me gustan todos los hombres con los que me acuesto" Verdadero 
"Me acuesto con todos los hombres que me gustan" Verdaderamente falso!

Y esa segunda verdad absoluta es la que me ha abofeteado en el vestuario cuando, distraído preguntándome si era demasiado tarde para comprarse unas requetevistas Adidas by Jeremy Scott con alas, noté que una toalla se había deslizado y caído al suelo dejando al descubierto a un chico blanquecido y totalmente impecable, pero no fui lo suficientemente rápido para verle la polla a ese muñeco que con la toalla recuperada ya se tapaba la zona más secreta, puede que incluso me mordiera el labio inferior o me chupara el superior al tener que conformarme con ver sus muslos, sus ingles o el perfil de su culo mientras se volvía a rodear la cintura con la puta toalla.

- Quedamos el viernes, ok? Te mando un whatsapp - dijo el chico simpáticamente. 
- Vale... - dije intentado fingir que no me había percatado de su presencia hasta que me dirigió la palabra. 
Era mi entrenador, y me tenía que hacer a la idea de que por mucho que quedáramos dos veces por semana, o le pillara atento a cómo aprieto el culo cuando hago sentadillas y se preocupara por si como bien pensando ambos en mi sex-appeal en bañador, no iba a tener acceso a esa polla. Ahora estoy encaprichado, y yo encaprichado... ¿qué haré el viernes cuando esté haciendo flexiones y me toque el abdomen para recordarme que debo ponerlo duro? No me puedo engañar diciendo que es muy bajito para mí... me lo follaría igualmente!

Y entonces, frustrado por verme frente a una puerta cerrada o mejor dicho una bragueta cerrada, me entraron unas ganas locas de abrirla y atravesarla. Y todavía no está tan claro que sea impenetrable... pero hay más casos que me han venido a la cabeza inspirados por esta sensación que son absolutamente imposibles.

Recuerdo cuando mi padre cumplió 40 años, yo tenía 18 y aquel día todo el mundo le dijo que estaba hecho un chaval, recuerdo perfectamente cómo sonreía con esos dientes relucientes con la cara morena y afeitado, y recuerdo lo bien que le sentaba esa camisa azul de manga corta, y ese pelito recién cortado. Era verdad que parecía un chaval... y tenía una alianza en el dedo, y era mi padre... Esa tarde me la pasé luchando con mis ojos, que no paraban de mirarle, pero la lucha más terrible era contra mi cabeza, que no podía dejar de pensar cómo sería tenerle sin camisa encima de mí con cara de vicioso deseando hacerme de todo. También recuerdo cómo jugueteaba con la falda de mi madre, demostrando lo hetero que es, y lo cerrada que tiene la bragueta a una historia incestuosa gay, por suerte para todos.

Nunca me he atrevido a fantasear voluntariamente con mi padre o mi hermano, cuando me hago pajas por ejemplo, pero no puedo evitar que sean parte de mis morbos. Quizás porque haciendo el esfuerzo por alejar la idea del incesto, y ante la imposibilidad de no verles morbosos, he sabido sacar el título de padre o hermano de esos dos cuerpos sexis. Yo que sé!

Lo que sí sé es que las pollas inaccesibles, los actos inaccesibles y las bocas inaccesibles tienen un sabor especial. Cuando el entrenador me dice que ve más fuerte... o mi padre me dice que me quiere... o mi hermano se pasea en calzoncillos por la cocina... un escalofrío me invade por dentro.

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