He corrido tan deprisa, sin mirar hacía dónde, huyendo de una mala sensación, que no me había dado cuenta de que lo que me hacía sentir mal era la correa que llevaba en el cuello. Dos semanas después de abandonar el siniestro castillo de Pedigree, he tomado consciencia de que en aquel mes que pasamos juntos se me ha ido colocando un collar.
Quizás los clichés estéticos me confundieron porque yo permanecía de pie y él a cuatro patas, también pensé que a pesar de que Pedigree tirara de la correa era yo quien la llevaba por el mango... pero en realidad, me rodeaba el cuello un collar en el que una medalla con forma de hueso citaba "Amo Dominante". Había demasiadas cosas ambiguas y engaños en los que me sumí pensando que era todo un juego en el que los guiones y los disfraces bastaban.
Las semanas pasaban, los disfraces no aguantaron el roce de la vida cotidiana, la luz descubrió que todo era raso, polipiel y cartulina. Dejando al descubierto los cuerpos desnudos de un oscuro depravado incapaz de volver atrás, y a un niñato crónico incapaz de dar un paso hacía delante en la oscuridad. Nos enredábamos los dos con la misma correa de la que conseguí arrancar mi collar y retroceder hasta mi habitación, dónde ahora contemplo fascinado el collar que me adorna pero esa fascinación me horroriza y enloquece.
Me siento liberado, aunque no realmente libre. Cuando corría las escasas calles que separan mi habitat y el terrible bosque donde se eleva el castillo maldito de Pedigree recorrí una gran distancia, hasta una actitud muy parecida a cuando aún ni conocía el sexo y soñaba cómo sería el hombre de mi vida, cuánto tendría que agradecer a aquel que supiera mantener mis labios en los gestos de felicidad y placer. Y ese perro que logró confundirme con sus promesas y valiéndose de mi curiosidad, tomó, no sé el porqué, su forma ancestral de lobo y eso me abrió los ojos y me cerró el corazón... por eso quizás el lobo trató de estirar su zarpa y abrirlo por las malas al darse cuenta, pero huí y ahora me siento traicionado y desilusionado con ese trato.
Asustado y repelido por la oscuridad en la que he tratado de buscar un lugar dónde investigar nuevos caminos hacía algo exótico por lo que pensé que merecería la pena luchar, aunque quizás lo que encontré fue una lección:
"El esfuerzo inútil conduce a la melancolía"
Y por eso ahora, en un estado de melancolía, lo que me da miedo es no encontrar un hombre luminoso, que me inspire y me enseñé quien voy a ser a partir de ahora. Con el que olvidar que tuve ganas de perderme en el bosque oscuro y con el que el esfuerzo, sea cual sea, tenga un premio y mantenga mis labios en la posición fotogénica y a poder ser bajo la luz del Sol.