Ahora que mi esporádico amigo Capuccino vive más cerca de Oriente Próximo que de Madrid, su estancia este fin de semana en Chueca estaba como mejor enfocada sexualmente, además como el único entretenimiento gay que tiene en Oriente Próximo es el gimnasio y el culto a su propio cuerpo, su Grindr echa humo. Por eso me tuve que tomar como un halago que me invitara a mí a una relaxing cup of lo que sea para charlar. Cuando le vi, noté en su cara algo que me demostraba que ya había experimentado la intensidad suficiente para necesitar un respiro conmigo en una cafetería de Chueca, dónde reponer fuerzas para seguir por la noche con otras historias en la Into the Tank, a la que yo me negué a ir.
- ¿Por qué? - dijo Capuccino desilusionado
- No sé... no estoy preparado para una resaca de sexo estos días. Estoy indeciso sobre las fiestas morbosas - contesté.
El contacto con la secta de esclavos me ha asustado por haberme tocado aunque sea de refilón ese tipo de rareza... además no había dormido bien, no tenía ánimos de esperar hasta las 12 y pico para empezar una juerga que no me motivaba. Quizás si viviera tan lejos de las fiestas como él, las valoraría mucho más, y me daba cuenta de que en mi interior me decía "ya iré el jueves a la sauna o cualquier día a cualquier sitio a zorrear", por otra parte sabía que estaba dándome largas a mí mismo.
- Yo lo que quiero últimamente es enamorarme y que todo esto forme parte de una época pasada - dijo Capuccino.
- Yo también...
- Pero pensar que esto vaya a ser de verdad una época pasada, hace retrasar mi decisión.
- A mí también...
Estoy seguro de que a pesar de todo ni Capuccino ni yo somos putas. Tampoco somos santos, pero también estoy seguro de que, aunque cada cierto tiempo puedan dar algún quebradero de cabeza y algún susto, el hombre adecuado puede hacernos enfocar el morbo en él durante muchos años sin dudas.
Yo ya tengo echado el ojo en uno... y Capuccino creo que también. Echar el guante es lo siguente, pero antes hay que echarle huevos.
Capuccino se fue a estrenar zapas nuevas a la Into the Tank, pero yo necesitaba otra cosa, continuar con una charla sobre romances, y nada mejor que una amiga para reencontrar el verdadero sentido del amor tradicional que es en lo que me apetecía pensar aquella noche.
Cuando me despedí de ella me di cuenta de que el amor tradicional del que hablan mis amigas es algo mediocre, sin magia real, sólo clichés, esfuerzo y rutinas... Algo en lo que quizás caiga algún día, pero que tras escuchar como mi amiga mezclaba amor con vejez, aprobación y cenas de parejitas, me han dado muchas ganas de teletransportarme a la Into the Tank sólo por volver a creer en el amor que tenía en mente cuando hablaba con Capuccino.
Un amor mucho mejor, sin esfuerzo, ni horarios, con fiestas, viajes, lujo, y que a pesar de los años jamás parezca viejo, ni rutinario, con dudas morbosas, con seducción, necesidad de la polla del otro, con cine, madres y suegras, sí, con todos los clichés, pero... sobretodo... morbo y todas las cosas especiales que despierta el morbo, y que hay entre las parejas gays más guays, y que mis amigas envidian con toda su alma.
- Yo no sé lo que quiero... pero lo quiero ya!
- Pero ya! - me secundó Capuccino en aquella cafetería de Chueca llena de chicos que si me hubieran escuchado se hubieran sentido identificados.
2 comentarios:
Yo creo que va por épocas. He tenido épocas de zorreo intenso, pero ya me va apeteciendo dejarme querer ;)
no te canses, el amor "romántico" es distinto para los heteros, al menos desde el punto de vista de la mayoría de mujeres. si eres gay en realidad no tienes las mismas necesidades, aunque hay una enorme cantidad de parejas gay que buscan emular esa relación estable, monótona, mamífera, con chinitas adoptadas y demás. igual es que al llegar a cierta edad se busca una forma de vida más sólida, pero a mi en principio todo ese rollo me da pánico
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