Buenos días a medianoche

Cuando el avión se despegó del suelo madrileño me despegué yo también de todo, del ya súper lejano Polo, de todas mis rutinas y de mis preocupaciones, todo fue suave y placentero. Pero cuando la fuerza de los motores arrancaron mis pies del suelo angelino fue doloroso, áspero y me traje en las uñas los restos de una lucha violenta contra la fecha del billete de vuelta.

Cada vez que hablo con Ucla por Skype se me olvida que es imposible quedar por la tarde en la puerta de la casa de Julito. Pero cuando veo por su webcam que él se acaba de quitar las legañas y brilla el Sol, aquí ya se está anocheciendo vuelve a ponérseme cara de resignación, ni siquiera el 2012 ha empezado para los dos al mismo tiempo.

He llenado dos hojas de mi bloc de dibujos con bocetos de partes del cuerpo de Ucla como si fuera una colegiala, me falta poner mogollón de corazones alrededor, jaja.

Estas fiestas son como un limbo raro, mi familia me anima mucho y aunque la situación tiende a ser melancólica la verdad es que mi hermana no me permite que me den ni ganas de hacer pucheros y casi no me da tiempo a recrearme en el deseo de estar 9 horas al oeste. Pero a pesar de todo el júbilo navideño y demás... sí, quiero vivir con mi mejor amigo y salir con un universitario vigoroso, pasear entre palmeras y oler el océano pacífico, levantarme a las 9 de la mañana, patinar e ir de compras por el boulevard. 

Y bueno, se nota que acabo de hablar con Ucla y estoy así como echando de menos... 

Prometo no dejarme llevar más veces por la melancolía y no escribir más con el síndrome post-california.

Posdata: a lo mejor me voy 3 meses a Londres con mi hermano volviendo cada mes a Madrid, porque si alguien me ha echado de menos esa ha sido mi madre, que casi se muere, jaja. Pero no lo hemos hablado mucho aún, ya veremos.